"O artista, um contemplativo que passa, atento somente, às manifestações de cor, de harmonia e de beleza, que escapam aos olhos dos outros."
Domingos Rebêlo, num artigo que escreveu sobre os seus tempos de estudante em Paris, in "Açoreano Oriental", 13 de Janeiro de 1946.

terça-feira, 6 de janeiro de 2015

Tarde de domingo

Tarde de domingo
Corrió por el camino empinado hasta llegar al faro que se levantaba imponente sobre el acantilado. Se detuvo un momento para recobrar el aire, apoyando sus manos sobre sus rodillas. El cuerpo le temblaba y le costaba respirar, debía aceptar que ya no estaba en condiciones para esos trotes. Sin embargo, nadie podría evitar que cada tarde de domingo realizara su extenso y secreto viaje hasta el faro.
En ese alejado recoveco del mundo ella había descubierto el amor. Algunos podrán catalogar esta historia como cursi o banal, es cierto. Pero también es cierto que nadie elige en qué lugar toparse con el amor y ella no sería la excepción a la regla.



Caía la tarde cuando Sarah empujó la puerta de acceso al viejo faro. Subió por la escalerilla hasta su parte más alta. Hacía ya varios años que el faro se encendía en forma automática sin necesidad que alguien lo controlara. Por eso ella sabía que no se encontraría con nadie, ni siquiera algún curioso turista. Caminó despacio, tomándose de la barandilla que la separaba del acantilado. Sobre la línea del horizonte alcanzó a divisar algunos barcos. Eran pesqueros, no hacía falta tenerlos más cerca para reconocerlos. Sarah podía describir, aún a esa distancia, cada una de las embarcaciones que solían atracar en el puerto. Ninguna de ellas le traería a su amor de regreso. Eso lo tenía en claro pero aún así, solía divagar con que él regresaba a buscarla. Las luces se encendieron y el faro comenzó puntualmente a iluminar la costa con su intermitencia de corazón herido. Algunas gaviotas anidaban entre los tirantes del techo. Su rumor de plumas se hacía melodía en los oídos de Sarah. Sonrió para sí cuando comprendió que sólo esas aves eran capaces de comprender por qué, a pesar del tiempo, ella seguía regresando al faro cada domingo. 



No había habido entre ellos ninguna promesa. Siempre supieron que su amor no era de esta tierra y que no serían comprendidos. Ante tan dolorosa circunstancia, él la había querido liberar y a pesar de amarla con locura se había marchado para no regresar. Y como suele ocurrir en estas historias, dicen que la muerte lo habría sorprendido en alta mar. Nadie puede afirmarlo, menos aún Sarah que como cada domingo, desde hace más de diez años, llega al faro, sube por la escalerilla y desde lo alto arroja al mar una carta para su único y verdadero amor con la tibia esperanza que le llegue a sus manos y a su corazón. 



Sarah confía en que en algún momento sus almas se volverán a cruzar, en esta o en otra vida, ella sabrá esperar.

6 de Enero, 2015.
Silvana Alexandra Nosach


Mais uma vez, Silvana Alexandra Nosach, me deu o privilégio de partilhar um dos seus escritos com um dos meus desenhos. Muito obrigado, Silvana! 

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